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Y luego llegaste tú y tu decisión...
Ahora siento que mi corazón quedó pendiente del hilo de ella. Sintiendo después ese momento, me doy cuenta de lo que es estar al borde de la nada, al borde del todo ser, sintiendo. Suspendido en el hilo de la nada, me quedé cuando apareciste, Alicia Peña, siendo tú y tu sonrisa, para traerme la vida entera, o la oscura muerte de la vida. ¿A qué venías, mujer? Ya era tuyo sin armas ¿qué rendición quedaba? Alicia ¿qué tramabas?… En ese estar suspendido de ese hilo eterno de espera, a la nada llegó el verbo, tus palabras. Se hizo la luz en mi vida. Tus palabras decididas alumbraron las dudas de la nada, y las convirtieron en certezas vislumbradas en la noche anterior en nuestro amor de fuego. Te escuché tus lágrimas, te escuché tus ojos, te escuché tus manos acariciando mi cara. Te escuche tu alma cuando pronunciaste “te quiero, te quiero incluso antes de ser consciente de ello…” ¿Cómo te atreviste a preguntarme después de confesarme que querías quedarte conmigo: “¿lo quieres tú?”… ¿Cómo te atreviste a jugar con esa certeza de mi corazón y alma? ¡HASTA EN LA MISMA NADA SABÍA QUE ESO ERA LO ÚNICO QUE DESEABA DESDE QUE TE CONOCÍ! ¿También en ti el amor jugaba con las certezas del alma? ¿O eras tú quien jugaba desde la certeza del amor de tu alma, con la mía?... Alicia sé que lo sabes, que lo sientes, pero también a mí me gusta decirte: que te amo Alicia Peña, y me gusta decirte y te diré siempre como entonces te lo dije, que te amaré hasta que me muera…

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