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Dice Alvaro:
Alicia, te acabo de escuchar en letras de Alvalicia. ¡Mi vida, mi amor, qué bonitos se sienten tus pensamientos! Se funden en las emociones tuyas, esas que descubrí en ti, estremecido en tu cuerpo, aquella noche, sí, de sensuales fuegos. Cabalgamos unidos en fuego hasta donde el corazón en llamas no abrasaba el amor, sino que lo alentaba para ser más fuego. Amor de fuego que abre el corazón y te colma el alma. Alicia no entiendo como pude abrazar tanto amor en llamas. No entiendo como pude abrazar tanto sueño imposible en tu cuerpo y tu alma. ¡Alicia, tanto amor, tanto amor abrazado en ti! Me colmé y te sentí en mí. Ya antes fue, que me sentí en ti. Desde entonces soy tuyo y tú sigues siendo tú, aunque en mí, te siento.
Alicia ¿qué me hiciste, hechicera? Desde esa noche, te siento en mí pero te quiero libre. Sabes que te necesito, pero te necesito entera. Te quiero con tu cuerpo, con tu voluntad, con tu corazón, con tu alma, toda tú, queriendo estar conmigo. Me colmaste de ti completa y no puedo soportar tu presencia, ausente de ti. Mientras dormíamos te sentía toda tú. También en el desayuno te sentía toda sintiente de nosotros y nuestro amor. Pero Ignacio nos trajo la tentación de las dudas. Ya sabes que probé de ella. Fueron las dudas, que te ofrecieron acompañarte a París… ¡Ya sé, metí la pata hasta el fondo! Pero amor, fue por pensar en ti como si fueras yo, cayendo en la tentación. Me reprendiste, con el enfado del amor ofendido. Me dejaste entre la tentación de las dudas y las dudas mismas, de dónde estaba el error. Luego, perdido, me hallé en el lugar común de tu padre y mi maestro, donde tu corazón y el mío empezaron el camino hacia la vida juntos. No sé que buscaba. Quizás la certeza que mi alma sintió de nuestro eterno amor, al encontrar la tuya en ese pasillo… Quizás.

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